El círculo vicioso de las emociones
Carmen desea con todo su corazón que César la quiera. Se conocieron en un viaje y ambos reconocen mutuamente que se sienten atraídos el uno por el otro.
César le dice que quiere estar con ella, pero acaba de separarse de su mujer y vive enganchado todavía a esa historia. Por mucho que Carmen lo intenta, cada vez que hablan en la intimidad, César, irremediablemente, recuerda a su ex mujer, y se lamenta de la separación. Y Carmen, sin soportarlo, se siente rechazada. Al principio no dice nada y piensa que quizás no le está dando a César todo lo que él necesita.
Así que se desvive en consolarlo, cuidarlo y busca desesperadamente que vaya olvidándose de la relación que arrastra. Pero, con el tiempo, las cosas no cambian y, sin saber por qué, empieza a increpar a César, le dice que la utiliza, que no se siente querida por él, que es mentira que haya algo entre ellos.
César le contesta que no es verdad, que realmente la ama. Tras varios meses de relación las cosas no varían mucho y entonces Carmen deja de ver a César. Enseguida comienza a sentirse extrañamente cansada, sólo tiene ganas de dormir y estar tumbada.
Le diagnostican anemia y pide baja profesional en su trabajo. Cuando acude a un terapeuta, éste le comenta que tiene todos los síntomas de una depresión. La historia de Carmen pone al rojo vivo un círculo vicioso que se repite comúnmente en las relaciones de pareja: se trata de la inevitable rueda de la insatisfacción en la que nos introducimos cuando deseamos que alguien nos quiera, cuando creemos que son las situaciones o las personas las que nos han de satisfacer o completar.
En el origen de esta rueda se halla una profunda necesidad de buscar amor. Supongamos que, en un momento dado, las circunstancias de la vida no nos son favorables, lo que equivaldría a percibir que no tenemos lo que deseamos o nos sentimos solos.
¿Qué solemos hacer entonces? Creo que a pocos se les ocurriría aceptar la propia soledad como rasgo inherente al propio ser humano (que, desde mi punto de vista, es parte del trabajo terapéutico que es conveniente realizar). Muy lejos de esto, lo que solemos hacer es buscar una relación, un compañero o compañera ideal.
Así nos sentimos satisfechos en la medida en la que encontremos a alguien que concuerde con nuestros criterios, alguien que satisfaga nuestra necesidad de compañía y de amor. Creemos (y puede llegar a ser un error) que nuestra necesidad se cubre teniendo a alguien al lado a quien llamamos pareja. Desde esta lógica la pareja a veces es una tapadera que viene a suplir nuestra necesidad insatisfecha de no sentirnos solos (nuestra profunda herida interior no resuelta).
Y nos ilusionamos a veces en creer que, cuando buscamos a alguien, lo hacemos por amor, entrega, ganas de compartir. O que el designio del ser humano es vivir en pareja y, es justo y tenemos derecho a enamorarnos. Entonces empieza la eterna peregrinación por una rueda interminable de emociones que la historia de Carmen revela una a una:
Si seguimos el hilo de la historia de Carmen podremos observar cómo nuestra personalidad y nuestros hábitos culturales tejen siempre una secuencia prácticamente invariable de emociones básicas que no hacen sino perpetuar nuestra profunda necesidad de sentirnos amados.
El relato de Carmen lleva unos números que corresponden a cada una de las situaciones del esquema que presentamos. Parece lo más normal del mundo desear ser amado o amada. Pero en determinadas situaciones justo aquí empiezan los problemas.
Ante la necesidad de amor buscamos a alguien que compense esa necesidad que es nuestra y sólo nuestra), alguien que pueda “convenirnos”. Y hasta puede ser que nos sintamos dichosos durante algún tiempo. Es ese momento en el que “parece” que llegan las nubes a nuestro cielo azul (a esa etapa la solemos denominar enamoramiento).
Pero la necesidad de Carmen de ser amada por César no se apaga con el amor de César porque él está enganchado aún pensando en su ex-mujer. Entonces Carmen se siente culpable porque cree que es su función (como pareja de César) consolar y amortiguar el conflicto de él.
Pero no lo consigue. Cree que es ella quien puede redimirlo, apoyarlo, saciarlo. Pero sin resultado. Ella siente culpa porque su creencia es que su pareja ha de estar bien dado que ella está a su lado. Y si él no está bien a su lado es que a lo mejor ella no le da todo lo que él necesita. La culpa le hace sentir a Carmen que ella debe hacer algo por amortiguar el malestar de César, porque son pareja y pretende en vano salvar la relación.
Y ese es el propósito inconsciente: sacar al otro de su malestar, evitarle el “maltrago”. Esta es la típica etapa en la que (sin darnos cuenta) pensamos que somos imprescindibles para nuestras parejas y vivimos en la ficción de que podemos llenar, con nuestra ayuda, el vacío que el otro siente.
Pero no hay nada más lejos de la realidad que ese compulsivo mecanismo, pues nadie puede llenar a nadie, ni nadie puede motivar a nadie, sólo que nuestros hábitos y costumbres nos hacen creer que las personas nos podemos abastecer unas a otras.
Y lo que Carmen no sabe todavía es que, en la medida en que ella crea y haga cosas para evitar el sufrimiento de César, va a ir acumulando inevitablemente resentimiento. Sencillamente porque, a pesar de sus esfuerzos, no puede conseguir que César esté bien a expensas de ella, sino que es César el único que puede autoabastecerse y aclararse.
Y entonces llegará el momento en que “cobrará” a César sus continuos esfuerzos por hacerle salir de la crisis. Mi experiencia me dice que la rueda de las emociones es matemática pura. Pues la culpa (cuando es inconsciente) abre paso, sin tregua, al resentimiento.
A veces expresado al otro gritando o insultando por ejemplo) y sin ni siquiera se reconoce ese mecanismo inconsciente. Carmen resiente de César cuando lo increpa (3). Le dice que no se siente querida por él.
Y sencillamente lo que Carmen no puede reconocer es (porque a su vez es débil) que de nada sirvieron sus esfuerzos por sacarlo a él de su crisis. Se ilusionó con curar a César cuando ella lo hizo basándose en su falsa creencia de que ella podía ofrecer consuelo a la situación de su pareja. Y tras el resentimiento, la venganza.
La forma que Carmen utiliza para vengarse de César es autoinfligida y viene, primero, en forma de separación, luego en forma de síntomas físicos y, finalmente, en forma de depresión. La venganza es la forma de expresión preferida por el inconsciente para volver a abrir la herida del círculo vicioso que he detallado más arriba.
La rueda de las emociones se abre y cierra con una causa (la necesidad y carencia inconsciente de amor) que jamás puede encontrar alivio a través de otras personas. El ser humano no encontrará nunca lo que busca mientras no entre en contacto con la propia energía de su ser: obtenga lo que obtenga.
Nunca será bastante por la sencilla razón de que el inconsciente es un mecanismo vacío que no puede darnos la plenitud y satisfacción que buscamos. Por lo tanto, el círculo vicioso de las emociones se producirá inevitablemente siempre que busquemos suplir la necesidad de amor proyectándola en alguien. Es una ley de la psique, como la gravedad es una ley del mundo físico.
Que evidente, que cierto; tu
Que evidente, que cierto; tu disertación es como si el sentido común te diese una bofetada. Gracias.
Que energia demandan darnos
Que energia demandan darnos a si mismos? Entonces si es una ley jamas podremos cambiar sentir un vacio en el interior? Emmita
Si entiendes vacío como la
En respuesta a Que energia demandan darnos por Anónimo (no verificado)
Si entiendes vacío como la ausencia de personas ese estado es precisamente una condición para sentir la propia autonomía. En el fondo es un vacío que es necesario contactar porque estamos demasiados llenos de ruido, de dependencias y de falsas creencias que nos hacen pensar que sólo somos felices cuando tenemos a alguien al lado. Y eso no tiene por qué ser así. Se puede ser feliz sintiendo el vacío y siendo conscientes de la elección de darnos energía a nosotros mismos. Y eso, precisamente, nos hace estar muy acompañados. Antonio Galindo